El ensayo se llevó a cabo en una zona de los sótanos de la universidad, que había sido especialmente adaptada para ello, de forma que imitara la apariencia y contara con el equipamiento característicos de una prisión. Allí, unos estudiantes iban a desempeñar los papeles de reos y otros los de carceleros. La selección se haría al azar.
La idea era que la prueba durase varias semanas, pero tuvo que suspenderse cuando solo habían pasado seis días. En la primera jornada todo transcurrió con normalidad y no se dieron incidentes de importancia entre ambos grupos, pero muy pronto se observó que los voluntarios se metían demasiado en su papel: con el tiempo, los carceleros se fueron convirtiendo en auténticos sádicos y muchos de los prisioneros que habían maltratado acabaron sufriendo trastornos psicológicos.
Aunque el experimento de Zimbardo fue muy criticado, demostró que el entorno ejerce una gran influencia en la conducta.
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